El presidente Mauricio Macri cumplió ayer 100 días en el cargo, durante los que impulsó una batería de medidas y decisiones para diferenciarse del kirchnerismo y a la vez tratar de sortear los múltiples desafíos que enfrenta su gestión.
La asunción de Macri el 10 de diciembre pasado estuvo marcada por varios elementos únicos: es el primer Presidente que desde 1983 se impone en segunda vuelta y por escaso margen, no proviene ni del PJ ni de la UCR y surge de una familia propietaria de un importante grupo económico.
Además, la coalición Cambiemos no cuenta con mayorías en el Congreso, apenas suma un puñado de gobernadores -aunque cuenta con la mayor provincia del país-, no se impuso en el estratégico territorio bonaerense ni en el Conurbano a nivel presidencial, no tiene vínculos sólidos con sindicatos y su inserción tanto en el Norte como en el Sur del país es limitada.
Con ese mapa de poder en mente, Macri desplegó desde el momento mismo de su asunción una serie de medidas destinadas a marcar diferencias con su antecesora, Cristina Kirchner, seducir a distintos sectores de la opinión pública, cooptar apoyos de
dirigentes de otros partidos, sumar respaldos internacionales -sobre todo entre los países más industrializados- y aventar la idea de que se trata de un Presidente débil.
El Presidente avanzó con su estrategia en base a la prueba y el error, incluso con varias modificaciones de acciones sobre la marcha, en un contexto económico marcado por el «viento de frente» mundial que recibe toda Sudamérica, pero también por
desequilibrios en las variables locales.
Es sobre todo en el terreno económico y social que se jugará buena parte de la suerte de su administración, por lo que distintas medidas apuntaron a lo que Cambiemos plantea como una «normalización» económica.
Así, el Gobierno desarmó los controles cambiarios y a las importaciones, eliminó retenciones al agro y la minería, desreguló la actividad de los bancos y le bajó el perfil a programas y acciones para controlar precios.
También eximió a un sector de los trabajadores del pago de Ganancias, aunque en un movimiento que disgustó a la dirigencia sindical, porque también sumó al gravamen a trabajadores y jubilados que hasta aquí no lo pagaban.
Y eliminó subsidios a la energía eléctrica, en una decisión que por estos días está teniendo su impacto en las boletas de luz domiciliarias e industriales.
A través de un decreto, Macri sacudió también el tablero político al designar dos jueces de la Corte Suprema: finalmente -advertencia del PJ mediante- los magistrados no juraron y debieron recorrer todo el camino de controles y evaluaciones en el Senado nacional.
Un DNU volteó los principales elementos de la Ley de Medios, uno de los baluartes del kirchnerismo y otras decisiones beneficiaron al Grupo Clarín -enemigo declarado de la anterior administración- en el terreno de la telefonía celular.
El camino emprendido por Macri apuntó a aislar lo más posible al kirchnerismo y avanzar en negociaciones con los demás actores del sistema político.
El diálogo e intercambio de fondos a cambio de apoyo legislativo y político se vio en varios casos de gobernadores de distinto signo político.
El verdadero estreno del sistema llegó con el tratamiento del proyecto de ley que determina un acuerdo con los fondos buitre y el regreso de la Argentina a los mercados financieros de crédito.
La media sanción en Diputados mostró a un kirchnerismo rechazando la iniciativa junto a la izquierda, en tanto que en el Senado -con una mayoría del PJ nunca antes vista en los últimos 32 años- el respaldo de los gobernadores a la iniciativa apunta a una casi segura aprobación.
Con algunos sectores del peronismo, la administración macrista mostró acercamientos y diferencias, como ocurrió con las principales centrales sindicales y el partido de Sergio Massa.
El líder del Frente Renovador acompañó a Macri al Foro Económico de Davos -otro gesto con el que buscó diferenciarse del kirchnerismo-, pero luego el Presidente le recriminó al dirigente bonaerense que busca «ventajitas».
Los sindicatos participaron de una cumbre con el Presidente en la Casa Rosada, aunque más tarde se disgustaron por su anuncio sobre Ganancias y retomaron el camino a la reunificación, mostrando gestos de poca simpatía con la gestión de Cambiemos.
Una línea de acción del mandatario fue la reforma administrativa, que incluyó la revisión de contratos y el despido de centenares de trabajadores de la administración pública, a los que identificó con «ñoquis».
Giro exterior
.
En el terreno internacional, el giro fue notorio con respecto al kirchnerismo: Macri denunció violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela y se acercó a los países industrializados, logrando la próxima presencia del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en la Argentina en los próximos días.
También desanduvo la cercanía de la gestión anterior con China y Rusia a través de distintos gestos y acciones y marcó cierta frialdad en la relación con Brasil, un vecino convulsionado política y económicamente.
En su discurso del 1 de marzo pasado ante el Congreso, Macri trazó un crudo diagnóstico de la gestión de Cristina y apeló a medidas de contenido social, entre las que destacó una futura rebaja del IVA a los alimentos.
En este punto se centra parte de la preocupación de su gobierno: es que la devaluación de diciembre pasado impactó en los precios, con una inflación que ha venido rondando el 4 por ciento mensual, según estimaciones privadas.
Un traspié de Macri en medio de una serie de acciones que apuntalaron el visto bueno de las encuestas fue el manejo del INDEC, cuando la técnica Graciela Bevacqua fue despedida por no acordar con el cronograma de trabajo del organismo para la generación de un nuevo índice de precios.
Desde lo político, Macri buscó mostrar cercanía con sus socios de la UCR y la Coalición Cívica -lo que se vio claramente reflejado en el respaldo de los diputados de ambos partidos- aunque en un manejo que no estuvo exento de chispazos.
Elisa Carrió apuntó contra el presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, por considerar que es un «operador» de Macri ante la Justicia.
Y el jefe radical Ernesto Sanz ya avisó que tiene diferencias con algunos enfoques de la actual administración.
De hecho, la presencia del radicalismo en el Gabinete, donde priman los funcionarios provenientes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, aún es menor.
Un sello distintivo de la gestión de Macri en su primer tramo fue la selección de funcionarios provenientes del mundo empresario, tanto a nivel de algunos Ministerios como -sobre todo- en segundas y terceras líneas y distintos puestos clave de la administración.
Con importantes desafíos en ciernes, la gestión macrista apunta a que las reformas económicas planteadas deriven en una baja de la inflación en el segundo semestre y una afluencia de capitales que fortalezca la inversión, sobre todo en infraestructura.
Esa será la carta de presentación con la que Macri buscará encarar el año próximo, en el que tendrá un desafío definitorio para el actual oficialismo, cuando enfrente las elecciones legislativas nacionales -fecha en la que espera tener aprobada una reforma política que haya consagrado, entre otros elementos, el voto electrónico-.
Del otro lado, el peronismo se mueve de manera errática, desacostumbrado a ser oposición, sin su bastión histórico en la provincia de Buenos Aires y en la búsqueda de liderazgos que le devuelvan brillo y unidad de criterio.
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