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Por una agenda de desarrollo pospandemia que efectivice derechos humanos

(Por Walter Martello)* Hace 72 años, en momentos en que el mundo aún buscaba recuperarse de los efectos devastadores de la guerra más cruenta de la historia, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH). Se trata de un documento que proclama derechos inalienables que corresponden a toda persona como ser humano, independientemente de su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de otra índole, origen nacional o social.

No resulta una mera casualidad que el Día de los Derechos Humanos coincida con el aniversario de la reinstauración del sistema democrático en nuestro país. Un 10 diciembre, hace 37 años, se le puso fin a la noche más oscura de nuestra historia. La sociedad argentina le dijo Nunca Más a un proceso extremadamente autoritario que dejó como resultado 30 mil desaparecidos, la violación flagrante y sistemática de los derechos humanos más elementales; y el aniquilamiento de la matriz económica y productiva de un país que supo tener la mayor movilidad social ascendente de todo el continente.

Este 2020, que está llegando a su fin, nos encuentra sumergidos en los efectos negativos de la pandemia covid-19. Por eso la ONU determinó que el Día de los Derechos Humanos sirva para concientizar sobre la necesidad de “reconstruir para mejorar” ¿Qué significa esta consigna? Básicamente que respetar y hacer efectivos los derechos humanos debe ser una prioridad de las políticas públicas que se pongan en marcha cuando la pandemia deje de apremiar a las sociedades del mundo.

Tenemos la oportunidad de ir hacia un nuevo paradigma que apunte a superar y cerrar brechas sociales. Estamos ante el desafío de generar las bases de un mundo más resiliente, justo y sostenible, para lo cual se deberán contemplar preceptos elementales:

-Erradicación de cualquier tipo de discriminación. La crisis del covid-19 se ha visto alimentada por la discriminación estructural y el racismo. La igualdad y la no discriminación son requisitos básicos en la reconstrucción.

-Actuación frente a las desigualdades. Para recuperarnos de la crisis, también debemos afrontar la pandemia de la desigualdad. Necesitamos fomentar y proteger los derechos económicos, sociales y culturales. Es decir, urge un nuevo compromiso social para una nueva era.

-Impulsar la participación y solidaridad. Todos estamos juntos en esto. Desde las personas hasta los gobiernos, desde la sociedad civil y las comunidades de base hasta el sector privado. Todos tienen una función que desempeñar en la construcción de un nuevo mundo tras la pandemia covid-19. Asimismo, es necesario asegurar que las voces de los más afectados y vulnerables informen de las actividades de recuperación. · Impulsar el desarrollo sostenible para las personas y para el planeta. Los derechos humanos, la Agenda 2030 y el Acuerdo de París son los pilares de una recuperación que no deja a nadie atrás.

Argentina se encuentra en la región más desigual del planeta, caracterizada por profundas desigualdades sociales. La pobreza y la pobreza extrema constituyen un problema transversal a todos los Estados de la región. Solo basta ver y analizar lo que ocurre desde hace décadas con la falta o la precariedad en el acceso al agua potable y al saneamiento; la inseguridad alimentaria, las situaciones de contaminación ambiental y la falta de viviendas o de hábitat adecuado.

Asimismo, no podemos dejar de soslayar el índice de pobreza en Argentina se elevó a niveles alarmantes en el primer semestre de 2020. Hoy 4 de cada 10 argentinos, el 40,9% de la población, es pobre y 1 de cada 10 (10,5%) vive en la indigencia. Antes de la pandemia, la tasa de pobreza había sido de 35,5% y la indigencia de 8%. En cuanto a los grupos de edad, un 56,3% de las personas entre 0 y 14 años son pobres.

Ante este panorama, es indispensable redefinir estructuras económicas y patrones de comportamiento. Es necesario sentar las bases de una cultura igualitaria que garantice derechos, construya ciudadanía y difunda capacidades y oportunidades.

El crecimiento económico es muy necesario, pero no suficiente. Se requiere más que eso. Es indispensable la redistribución porque la desigualdad es ineficiente, y resulta imperioso la puesta en marcha de acciones urgentes en múltiples áreas relacionadas.

En definitiva, todos los que formamos parte del Estado estamos ante un enorme desafío que implica poner en marcha el crecimiento y, al mismo tiempo, generar las condiciones para hacerlo sostenible e inclusivo. Precisamente, en eso consiste hacer efectivos los derechos humanos.

(*) Defensor del Pueblo Adjunto de la provincia de Buenos Aires


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