(Por Alberto Asseff)*
Campaña electoral y obtener votos es una ecuación indivisible. La cuestión es el cómo ¿Con consignas como impunidad vs ajuste o similares? ¿Agitando miedos como que se caerán los planes sociales o volverá el helicóptero a recoger al presidente que se va? ¿Planteando seguir como estamos o regresar a la década de los noventa?.
Es notorio que la ciudadanía no se conmueve porque la creatividad de la precampaña es opaca, por no decir la palabra precisa, mediocre.
Da la sensación de que todo está tan precarizado – desde la macroeconomía que depende de las transferencias del Banco de China o de los bonos garantizados por Vaca Muerta hasta el empleo en ‘negro’, un 35% del trabajo argentino, pasando por el sistema político, endeble por donde se lo mire –, que los consejeros de campaña sugieren discursos suaves y propuestas ligeras, del tipo frases hechas y efectistas. No vaya a ser que si hay definiciones se enajenen voluntades.
En este contexto insípido y desmotivante, los ‘entendidos’ sostienen que hay que abordar sólo la llamada ‘agenda de la gente’. Supuestamente la ciudadanía sólo quiere oír que rebajen el impuesto a las ganancias, que no se toquen ANSES ni Aerolíneas, que la idea del estatismo creciente no se discuta, que los planes sociales prosigan intactos – apenas se admite alguna idea sobre ‘la cultura del trabajo’ porque cae bien en el auditorio-, que el futuro será mejor y que tendremos seguridad porque dispondremos de más cámaras, más cárceles y desaparecerán los jueces ‘sacapresos’.
En ese marco superficial, no hay sitio para despertar los sueños argentinos de un país grande que se yergue con una dosis vitamínica de patriotismo – este amor es eso, un tónico ineludible, recomendado en todos los lares y a través de toda la historia, sobre todo para momentos de encrucijada y de crisis – y de un bosquejo claro del plan nacional de desarrollo – en rigor, debimos escribirlo con D mayúscula.
Si anhelamos seguridad el único remedio es ponerle fin al sistema de impunidad comenzando por la reforma estatal, política y penal que controle al poder, fortifique a las instituciones por encima de los individuos que las tienen a su cargo y establezca definitivamente que quien la hace la paga. Y, obviamente, organice un gobierno moderno, con menos burocracia y más servicio y resultados.
Nos ahorraríamos mucha plata si pusiéremos fin a la impunidad. Hace añares que se la viene prometiendo al pueblo e inalterablemente se lo engañó, ya que el descontrol y la ausencia de castigo – y resarcimiento para las arcas fiscales, recuperando lo saqueado – continúan imperando.
Se habla de continuidad o cambio. Hemos tenido una larguísima continuidad, pero muy gravosa y perjudicial. Lo que ha continuado desde hace décadas y se ha perfeccionado es la impunidad. El cambio debería ser, por caso, comprometernos para instaurar el fideicomiso ciego de los bienes del presidente y altos funcionarios de forma que no puedan beneficiarse por ejemplo comprando dólares antes de una devaluación que sólo ellos conocen que acaecerá o vendiendo o adquiriendo acciones que bajarán o subirán su cotización a raíz de decisiones que ellos adoptarán. Esta medida sería de una notable y conmocionante repercusión social. Algo así como que sonaría la hora de una mutación trascendental. Emergería la ejemplaridad que ponderaba Ortega y Gasset. De este modo reaparecería la señora Confianza, la gran articuladora de la inversión de riesgo generadora de trabajo y movilizadora de la actividad.
Un esbozo del Desarrollo introduciría en la campaña a los tres millones de km2 de mar argentino que nos esperan, pletóricos de recursos para aparejarnos prosperidad. Esto, para mencionar uno de los recursos casi yermos que están ahí en medio de nuestra desidia.
Ese dibujo del Desarrollo nos entusiasmaría con una promesa clave: en la Argentina el trabajo, el esfuerzo y el mérito tendrán premio. No ‘se lo mismo’ como decía Minguito o ser un ladrón que un gran profesor, según Cambalache. Este trueque entre la igualación hacia abajo y el estímulo para mejorar como personas y como pueblo nacional es la posibilidad de tener horizonte y futuro lleno de oscuridades o de luces.
La estrategia debe ingresar rápidamente a la agenda de campaña, entre otros motivos porque atrae muchos más votos de los que una mirada corta cree.
Desde nuestro lugar vamos a persistir en darle densidad a las propuestas. Es una apuesta al criterio y madurez de la Argentina.
*Diputado nacional por el Partido UNIR
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