Los árboles de los centros urbanos son talados demasiado pronto, el agua de lluvia debe tratarse como una gran fuente de reserva y toda la ciudad debe considerarse una reserva natural. Esas son las conclusiones a las que llegaron dos especialistas reunidos por Amanco Wavin para lograr el objetivo de aumentar la resistencia de las áreas urbanas a las adversidades del clima.
El rápido aumento de la población genera inevitablemente un crecimiento de las ciudades, las cuales deben comenzar a prepararse para el futuro A raíz de esta problemática, quienes administran las ciudades comienzan a apostar por la extensión de espacios verdes en centros urbanos, debido a que aportan grandes beneficios tanto para las zonas urbanas como para sus habitantes.
La contaminación del aire, el calentamiento global y los periodos con temperaturas extremas en verano e invierno son algunos de los problemas a los que se enfrentan las ciudades de hoy. La creación de una capa de biodiversidad urbana es la solución a estos problemas, ya que contribuyen notablemente a la mejora de las condiciones medioambientales en las ciudades.
Sin embargo, para poder hacer frente a la problemática de la escasez de espacios verdes en las ciudades, además de otros desafíos que afrontan las mismas, debemos comenzar a implementar estrategias de adaptación climática más integrales. Para buscar soluciones, Amanco Wavin unió a dos expertos – Geertjo van Dijk, Experto en Resiliencia Climática Urbana de Wavin y a Marco Roos, reconocido ecólogo urbano que forma parte del Museo y Centro de Biodiversidad neerlandés Naturalis – quienes discutieron sobre cómo acercar la ciudad y la naturaleza para hacer que las áreas urbanas sean más resistentes al clima.
Conclusión 1: Los árboles de las ciudades son talados “demasiado pronto”
La biodiversidad depende de tres aspectos: Seguridad, Nutrición y Reproducción. Los organismos necesitan a los tres componentes para que la naturaleza continúe libremente con su curso. Teniendo esto en cuenta, los árboles de las ciudades no tienen las mejores oportunidades. Por lo general, la reproducción no es una opción porque los municipios suelen decidir dónde se ubican las zonas verdes en las ciudades. La nutrición también es un problema: las raíces de los árboles no pueden penetrar fácilmente en el suelo urbano compactado, y esto hace que crezcan de manera insuficiente y absorban muy poca agua. Como dice Roos: “Un árbol es tan grande bajo tierra como en la superficie, si no obtiene el espacio que necesita allí, no puede crecer”.
Los árboles con raíces demasiado pequeñas representan un peligro para las personas y los edificios, por lo que los municipios los talan después de unos 35 años. Pero, esa es exactamente la edad en la que los árboles realmente comienzan a absorber CO2 y se vuelven neutrales para el clima.
Por eso, es una buena idea plantar árboles urbanos en grandes tree tanks, que son tanques subterráneos capaces de contener la capacidad adecuada de tierra y puedan almacenar suficiente cantidad de agua de lluvia durante períodos de tiempo más prolongados. Esto permite que las raíces se desarrollen y, al mismo tiempo, resuelve los problemas relacionados con la escasez de agua, un problema creciente en muchas ciudades.
Conclusión 2: las ciudades deben tratar el agua de lluvia como una gran fuente de reserva natural
Debemos devolverle al agua su ciclo natural, especialmente en el entorno urbano de las ciudades. Tradicionalmente, hemos evitado las inundaciones escurriendo el agua de lluvia de las ciudades lo más rápido posible. Sin embargo, esta no es una idea extraña, porque los aguaceros y las precipitaciones máximas pueden causar problemas rápidamente en el entorno urbano. Pero con el clima cada vez más extremo, con lluvias intensas más frecuentes por un lado y con períodos de sequías más prolongados por otro, el agua se convertirá tanto en un peligro como en un bien preciado si no cambiamos nuestro comportamiento.
“Cinco de los diez meses más secos registrados ocurrieron en los últimos 15 años. Estas sequías causan problemas de salud a largo plazo para la flora”, comentó Van Dijk. Por eso debemos comenzar a pensar en las ciudades como grandes reservorios. Al igual que en la naturaleza, el agua debe almacenarse bajo tierra para que esté disponible y pueda utilizarse durante los períodos de sequías. Esto actuará como un amortiguador de las condiciones climáticas cada vez más extremas.
“Las tormentas de lluvia y las precipitaciones máximas ocurren todo el tiempo, y siempre ha sido así. Tomemos como ejemplo las selvas, donde puede llover muy fuerte durante un período muy corto y luego permanecer seco durante semanas seguidas. Sin embargo, este tipo de comportamiento sólo causa molestias en las ciudades. Por eso no debemos tratar de desechar el agua de lluvia de inmediato y debemos asegurarnos de que permanezca disponible”, dice Roos. Una forma de hacerlo es mediante la instalación de sistemas inteligentes de recolección de agua subterránea que almacene la mayor cantidad de agua posible, pero que se vacíen cuando no llueva.
Amanco Wavin, ha estado desarrollando e instalando desde hace más de 10 años una gran cantidad de proyectos con diferentes soluciones. Por ejemplo, el sistema Aquacell, permite recolectar agua y que esta se pueda infiltrar en el suelo de forma natural para recargar los acuíferos, conservarla para su reúso o ser retenida por un tiempo para evitar inundaciones antes de liberarla al ambiente; la forma en que se distribuya luego de ser recolectada dependerá de las necesidades del entorno y de los objetivos del proyecto. Este sistema permite almacenar aproximadamente 190 litros de agua por cada celda, las mismas cuentan con una resistencia estructural que puede soportar carga vehicular ligera, es de rápida y fácil instalación, tiene una larga vida útil y no contamina. Su tecnología está orientada a fortalecer el desarrollo sostenible en proyectos de construcción de viviendas, oficinas, edificaciones institucionales y comerciales.
Conclusión 3: Tratar toda la ciudad como una reserva natural
La gente puede notar la diferencia entre la naturaleza y la ciudad, pero las ciudades no son más que otro paisaje para las plantas y los animales. Así es como deberíamos verlo nosotros también. Tendemos a crear fronteras entre la vegetación y los edificios, pero la naturaleza no se puede encasillar así, la ciudad y la naturaleza forman un ecosistema continuo. Afortunadamente, estamos aprendiendo a trabajar en conjunto con la naturaleza.
“Por un lado, se trata de equilibrio: diseño y estructura y, por otro lado, se trata de facilitar los procesos biológicos para lograr una ecología urbana lo más natural posible”, expresa Roos. Por ejemplo, los techos de los grandes edificios comerciales de última generación se hacen cada vez más “azul verdosos”: almacenan agua de lluvia y las plantas crecen sobre ellos. El siguiente paso es crear conexiones y generar una gran zona verde enlazada en donde las plantas y los animales puedan moverse libremente.
Muchas son las ciudades que están empezando a apostar por la multiplicación de espacios verdes, ya que aportan grandes beneficios para las zonas urbanas y sus habitantes. Para la creación de una capa de biodiversidad urbana la utilización de geosintéticos es esencial para hacer que sean económicamente viables. Los geosintéticos son materiales fabricados a partir de la transformación industrial de polímeros y son utilizados para mejorar la capacidad de los suelos como drenaje, filtración, impermeabilización, entre otros. En las cubiertas verdes los geosintéticos aportan beneficios facilitando su construcción, se usan geomembranas como material impermeable, los geotextiles como separadores y filtros y los geocompuestos como medio drenante, de esta manera se construyen cubiertas muy eficientes y livianas.
Todo está interconectado: desde el urbanismo hasta la calidad del agua, desde la biodiversidad hasta el bienestar animal. El secreto es darse cuenta de que es mucho más que “simplemente una ciudad”. Es un lugar en el que viven, interactúan y sirven todos los organismos: personas, animales, plantas e incluso hongos y bacterias.
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