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La industria bélica: la maquinaria de la muerte más poderosa y madre de todas las industrias

(Por Juan Francisco Venturino, Analista político internacional) – Desde la noche de los tiempos, el humano se enfrentó a otros seres humanos. El papel que desempeña la violencia y el conflicto grupal en la naturaleza y la cultura humanas es materia de debate de la antropología y la historiografía. No existe acuerdo generalizado sobre las causas: hay quienes sostienen que se debió a la disputa por los recursos y su escasez; otros entienden que la capacidad para la violencia organizada tiene raíces muy profundas en la historia evolutiva de nuestra especie, quizá a una belicosidad inherente a su naturaleza. Otros creen que surge de la idea de “propiedad” que se desarrolla después de que los humanos dejaran la vida nómada y se asentaran, dando origen a la agricultura, en esta instancia podría emparentarse con el instinto de territorialidad de los animales.

Con respecto al origen de la guerra, también hay controversia, los expertos difieren sobre cuál fue la primera de las guerras. La suposición de un pasado pacífico para la humanidad se corresponde con una idealización del pasado, mientras que la observación del comportamiento de los chimpancés sugeriría que los conflictos bélicos han estado presentes desde el origen del Homo sapiens.

Lo cierto es que los enfrentamientos bélicos entre sociedades humanas no surgen sino hasta el 4.000 a. C., cuando se habría originado de forma independiente en distintas partes del mundo. Algunos los referencian con prácticas de lucha endémica en las sociedades agrarias que se disputaban la tierra aprovechable, excluyéndolas de las cazadoras-recolectoras.

Pero nada es definitivo ni definitorio. Según una publicación de una prestigiosa revista internacional, el hallazgo de un conjunto de esqueletos encontrados boca abajo, la mayoría de ellos con graves fracturas craneales sugieren que este grupo de cazadores recolectores, quizá miembros de un clan mucho mayor, fueron atacados y muertos por un grupo rival de recolectores prehistóricos. Por eso “la matanza de Nataruk”, así se la conoce, se trataría del primer registro disponible de violencia intergrupal entre cazadores recolectores de vida nómada. Estos investigadores creen estar ante la primera evidencia histórica científicamente documentada de un conflicto humano precursor de lo que hoy llamamos guerra.

Si nos remontamos a las ciudades-estado sumerias que se concentraban en el sur de Mesopotamia, una región agrícola extraordinariamente productiva, el control de esa fructífera zona desató una lucha que rompió con un antiquísimo acuerdo (lo que podría recordarnos que los acuerdos son provisorios y la tentación de romperlos es más fuerte). Las divinidades no eran ajenas a los enfrentamientos más cruentos, los dioses eran los que disputaban, de esta manera explicaban entonces los conflictos entre estados.

El arsenal mundial, que determina en gran parte el control geopolítico del planeta de quien lo posee, comenzó en la época prehistórica con porras, armas de piedra y lanzas de madera. Luego fue el turno de los arcos y flechas, el fuego griego y sofisticada tecnología de hoja, y con el tiempo llegaron los cañones, rifles, ametralladoras, acorazados, cohetes y finalmente armas nucleares.

La evolución de estas armas de múltiples tipos nos sirve para comprender las tecnologías aplicadas de nuestros ancestros durante el paso de la historia. Ese proceso de mejora continua influenció el desarrollo de armas cada vez más letales.

Con el paso de los años, con esta industria que no duerme ni descansa, vendrían las grandes guerras mundiales que se convirtieron en el campo de pruebas para varias innovaciones como la ametralladora, el sumergible, el caza, el tanque, la guerra química y los buques de guerra de gran tonelaje, fuertemente blindados y artillados, conocidos como acorazados, los submarinos y los aviones cada vez más sofisticados. Los Estados se embarcaron en una costosísima guerra industrial que se llevó por delante la vida de entre 10 y 30 millones de personas.

Si un arma tuvo la capacidad de cambiar la guerra, desde el principio y hasta el final, esta fue la ametralladora. Con un alcance de hasta 400 metros y una increíble capacidad para rociar de balas el frente, una ametralladora podía detener el avance de poderosos y decididos destacamentos.

La factoría de la guerra, aparentemente silenciosa, mueve miles de millones de dólares, el capitalismo industrial ha dado lugar a la producción masiva de armas por parte de empresas que han adquirido un considerable peso económico, político y notable influencia en Estados Unidos, Europa Occidental, Rusia y China. Los lobbies y los presupuestos habitualmente ocultos de la industria armamentística indican que es un negocio global exponencialmente rentable.

La industria lleva a cabo proyectos de investigación y desarrollo con presupuestos ilimitados y prácticamente no rinden cuentas frente a nadie, es decir se convierten en una enorme caja para un juego de adultos que se aceita con sangre. Es pertinente destacar que hay dos tipos de guerras, las caras y las muy caras.

Se estima que cada año se ejecutan cerca de 1,5 billones de dólares en gasto militar en todo el mundo (2,7% del PBI mundial). Las ventas de armas totales de las 100 empresas fabricantes más grandes del mundo ascendieron a pesar de la pandemia, el gasto militar mundial subió un 2,6% en 2020, hasta los 1,98 billones de dólares, según los datos publicados por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Este crecimiento del gasto militar se produjo en un año en el que el Producto Bruto Interno (PBI) planetario se redujo un 4,4%.

Los cinco países con un mayor gasto en 2020 fueron Estados Unidos, China, India, Rusia y Reino Unido. En su conjunto, estos países representan el 62 % del gasto militar global. El país con el mayor gasto militar del mundo fue Estados Unidos, con una inversión de 778.000 millones de U$S mientras que el gasto militar de China, el segundo mayor del planeta, se estima que alcanzó los 252.000 millones de dólares estadounidenses. Por su parte Estados Unidos, abastece de armas a más de 100 países del mundo, mientras que Rusia, a otros 50 poderosos ávidos compradores. El Pentágono, la sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, trabajan aproximadamente 23000 empleados en forma directa, siendo el edificio de oficinas más grande del mundo. El Departamento de Defensa es el principal empleador del mundo con 3,2 millones, lo que representa el 1% de la población económicamente activa de los Estados Unidos.

En los últimos cinco años, la exportación de armas convencionales ha aumentado un 8,4% los compradores más importantes de armamento estadounidense se encuentran en Oriente Próximo: Arabia Saudí, Israel, Emiratos Árabes y Turquía. Al mismo tiempo, los clientes más importantes de Rusia provienen del mercado de Asia Pacífico. Hasta un 70% del volumen ruso de exportación de armas es para India, China, Vietnam y Argelia. Las proyecciones apuntan a un fortalecimiento de las empresas que venden armas y tecnología de defensa.

Es misterioso el caso de la vigorosa industria armamentista, independientemente de sus externalidades positivas, que por cierto son numerosas (la I+D de la industria produce por derrame grandes avances científicos y tecnológicos) pero sobre la otra cara de la moneda, poco y nada se sabe, no hay informes validos o serios que rindan cuenta de los efectos adversos o externalidades negativas de la madre de las industrias y que es, además, la industria de la muerte.

Toda guerra es un engaño. Su núcleo duro se centra en la lucha por el poder y sus proyecciones sobre territorios, recursos y personas, no podemos asegurar que es inherente a la naturaleza humana, aunque nos tiente pensarlo. Mientras exista la industria bélica y cuente con la influencia, el dominio político y el escandaloso poder económico, el negocio de la expoliación del humano por el humano, la miseria, la desigualdad, el hambre y la destrucción estarán asegurados.


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