Claromecó, un destino costero en la provincia de Buenos Aires, guarda entre sus dunas la historia de la última casa que desafió al tiempo y a las adversidades. Esta construcción, única en su tipo, ha sobrevivido a incendios intencionales y a la erosión del mar, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y memoria familiar.
Un refugio en la costa
Construida entre 1935 y 1940, la última casa de Claromecó es la única que se erige sobre la playa con ladrillos, mientras que aproximadamente 60 casas de madera han sido destruidas por el fuego. La propiedad pertenece a la familia Florez, quienes han mantenido viva la historia de este lugar. Rolando “Toto” Florez, actual propietario, comparte su conexión emocional con la casa: “Vivir mi niñez en este lugar fue increíble. Era un espacio de encuentro familiar único”.
La casa, elevada sobre pilotes, no solo es un refugio físico, sino también un lugar donde se entrelazan las memorias de generaciones. “Toda la familia veranea en esta casita, y estamos de acuerdo en preservarla como un lugar de encuentro”, añade Rolando, reflejando el compromiso familiar con este legado.
Memorias de un pasado compartido
El interior de la casa es un verdadero museo viviente. Fotografías de distintas épocas, tablas de surf y una mesa de madera donde la abuela cocinaba, evocan la esencia de Claromecó: libertad, aventura y hogar. Rolando recuerda cómo su abuelo, junto a sus siete hermanos, organizaban las visitas familiares, creando un ambiente de camaradería y alegría.
“En los recambios, la familia que llegaba almorzaba con la que se iba. En ese tiempo, mi abuelo venía a pescar y comíamos el pescado en el momento”, relata Rolando, mientras su mirada se pierde en el horizonte del mar.
La lucha contra el fuego
A pesar de su fortaleza, la casa no ha estado exenta de peligros. Los incendios intencionales han sido una constante amenaza. “El fuego nos atacó en manos de anónimos durante distintas épocas, siempre en pleno invierno, cuando las casas estaban desocupadas”, explica Rolando. La última gran quema, que consumió las casas de Perlita y Alberto Dassis, dejó a la familia Florez como la única sobreviviente.
Marina Villanueva, conocida como Perla, también recuerda con nostalgia su experiencia en Claromecó. “Nuestra casa fue destruida en un incendio intencional. Poco a poco, las casas comenzaron a desaparecer, siendo saqueadas o incendiadas”, cuenta Perla, quien aún visita la zona. Su relato refleja la tristeza de una comunidad que ha visto desaparecer su patrimonio.
La historia de las casas que desaparecieron
A principios del siglo XX, Claromecó se convirtió en un destino popular para turistas, especialmente de Tres Arroyos. Las casas de veraneo, construidas sobre pilares, fueron diseñadas para resistir las crecidas del mar. Sin embargo, desde los años 70 hasta la última quema en los 90, alrededor de 57 de estas viviendas desaparecieron.
Las razones de esta desaparición son variadas: abandono, conflictos legales y la presión de la urbanización. “Algunos alegaban que estas construcciones daban mala imagen”, explica Rolando. A pesar de los intentos de la Municipalidad de Tres Arroyos por recuperar las casas, el plan no se concretó y muchas fueron consumidas por incendios en circunstancias nunca esclarecidas.
Un legado en peligro
La última casa de Claromecó no es solo un edificio; es un monumento a la lucha contra la adversidad. Su historia invita a reflexionar sobre la relación con la naturaleza y la importancia de preservar el patrimonio, tanto material como inmaterial. “Visitarla es más que una experiencia visual: es un viaje hacia la historia de Claromecó y su eterna conexión con el mar”, concluye Rolando.
La casa de los Florez se ha convertido en un símbolo para los habitantes y visitantes de Claromecó, evocando tiempos en que la costa contaba con otras construcciones. Sus paredes han sido testigos de innumerables historias, desde risas infantiles hasta momentos de reflexión familiar. Cada rincón de esta casa guarda secretos y anécdotas que han sido transmitidos de generación en generación, convirtiéndola en un verdadero patrimonio emocional para la familia Florez y la comunidad de Claromecó.
La importancia de la preservación
La historia de la última casa de Claromecó resalta la necesidad de preservar no solo las estructuras físicas, sino también las memorias y tradiciones que estas representan. La familia Florez ha tomado la iniciativa de mantener viva la historia de su hogar, asegurándose de que las futuras generaciones comprendan la importancia de su legado. “Es fundamental que nuestros hijos y nietos conozcan la historia de este lugar y lo que representa para nuestra familia”, afirma Rolando.
La preservación de la casa también se ha convertido en un símbolo de resistencia frente a la urbanización y el cambio. En un mundo donde las construcciones modernas tienden a desplazar las tradiciones, la casa de los Florez se erige como un recordatorio de la historia y la cultura local. “Cada vez que alguien cruza nuestra puerta, se lleva un pedazo de nuestra historia”, dice Rolando con orgullo.
Un futuro incierto
A pesar de su fortaleza, el futuro de la última casa de Claromecó no está garantizado. La erosión costera, el cambio climático y la presión urbanística continúan siendo amenazas latentes. La familia Florez es consciente de estos desafíos y ha comenzado a tomar medidas para proteger su hogar. “Estamos trabajando en proyectos de conservación y en la creación de conciencia sobre la importancia de preservar este lugar”, explica Rolando.
La comunidad local también ha comenzado a unirse en torno a la causa de la preservación. Grupos de vecinos y amantes de la historia han organizado actividades para promover la importancia de Claromecó como un destino turístico que respeta su patrimonio. “Queremos que la gente venga a conocer no solo la playa, sino también la historia que hay detrás de este lugar”, afirma Perla, quien sigue siendo una voz activa en la comunidad.
Un llamado a la acción
La historia de la última casa de Claromecó es un llamado a la acción para todos aquellos que valoran la historia y la cultura. La preservación de este tipo de patrimonios no solo enriquece a la comunidad, sino que también ofrece a los visitantes una experiencia auténtica y significativa. “Cada vez que alguien se sienta en nuestra casa y escucha las historias, se convierte en parte de nuestra familia”, concluye Rolando.
La lucha por la preservación de la última casa de Claromecó es un reflejo de la lucha de muchas comunidades costeras que enfrentan desafíos similares. La historia de esta casa es un recordatorio de que, aunque el tiempo y las adversidades pueden intentar borrar el pasado, la memoria y el amor familiar pueden prevalecer.
Conclusión
La última casa que resistió sobre la arena de Claromecó es más que una simple construcción; es un símbolo de amor, resistencia y memoria. A través de las historias de la familia Florez y de aquellos que han compartido momentos en este lugar, se teje una narrativa que trasciende el tiempo. La casa no solo ha sobrevivido a los embates del mar y el fuego, sino que también ha mantenido viva la esencia de lo que significa ser parte de una comunidad unida por la historia y la tradición.
A medida que el mundo cambia, la historia de Claromecó y su última casa nos recuerda la importancia de valorar y preservar nuestro patrimonio. La lucha de la familia Florez es un testimonio de que, aunque el tiempo puede ser implacable, el amor y la memoria pueden resistir cualquier adversidad.
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