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El Fin del Principio: victoria parlamentaria y derrota en la opinión

El gobierno se asegura gobernabilidad y equilibra las cuentas fiscales con una ley que implica costos políticos.

(Por Oscar Muiño para NP Nuevos Papeles) El gobierno ganó la votación por la Ley de Reforma Previsional pero está perdiendo la batalla de la opinión.

La gran mayoría de los periodistas –incluso los amigos del gobierno, salvo los acríticos– marcaron distancia con el proyecto oficial, el eje del debate. El texto no sólo es vulnerable, sino que ha sido ocultado durante la campaña electoral. Y se sanciona sin una discusión larga y profunda, como merece este tema, uno de los principales en toda sociedad.

“La reforma previsional amenaza convertirse en una fuente indefinida de problemas”, pronosticamos en Nuevos Papeles antes del tratamiento del proyecto oficial en Diputados.

El disfraz

Cuando un proyecto es atractivo, popular, mejora la vida de los sectores subalternos o goza de prestigio, el texto es claro. Para que cualquiera pueda comprenderlo. La democracia, entre otras cosas, tiene el propósito de mejorar la cultura popular, su conocimiento sobre los asuntos públicos y ofrecer la posibilidad de debatir sobre datos y no sólo adhesiones. Y la política buscar crear consenso con proyectos que atraigan voluntades.

Esta ley es un ejemplo inverso. Está escrita para que nadie pueda abordarla sin una paciencia infinita y el consejo de un experto para lograr comprender. Cuando las leyes no se difunden y/o no se entienden, es porque vienen con gato encerrado.

Veamos el texto, por ejemplo, en su artículo 3: “Sustitúyese el artículo 2° de la Ley 26.417 el que quedará redactado de la siguiente forma: Artículo 2°.  A fin de practicar la actualización de las remuneraciones a las que se refiere el artículo 24, inciso a) y las mencionadas en el artículo 97 de la Ley 24.241 y sus modificaciones, se aplicará un índice combinado entre el previsto en el inciso b) del apartado I del artículo 5° de la Ley 27.260 y su modificatorio y el índice establecido por la Remuneración Promedio de los Trabajadores Estables”.

Más inaccesible aún el Anexo I Cálculo de da Movilidad.

Sorprende también que los medios de comunicación no hayan reproducido copiosamente –ni en las ediciones impresas ni en la web– el texto completo del proyecto de ley primero y de la norma votada después.

“Para el Gobierno la aprobación de esta ley previsional representa un ahorro del 0,6% del PBI”, escribió la habitualmente certera Liliana Franco en  Ámbito Financiero. Y es así. Ninguna persona informada duda que esta reforma nace para bajar el costo estatal.

Disfrazar la necesidad fiscal –real– de una bella estatua de Jubilandia parece un exceso.  Too much, diría una flamante senadora por la minoría de Buenos Aires.

Querer convencer a las gentes que el propósito es embellecer la vida del jubilado merece al aplauso de los obsecuentes, la alegría de los economistas neoliberales que aplauden todo corte al gasto, la indiferencia de los abúlicos. Pero irrita a las personas que buscan afanosamente un Estado que construya verdad y equidad. Que fueron banderas decisivas en las campañas de Cambiemos.

La coalición oficialista –donde abunda el voto de los jubilados– cruje. Corre riesgo de  resquebrajarse. Podrá volver a soldarse o perder una parte.

¿Por qué no haber empezado con sectores económicamente poderosos? Recortes, tasas, impuestos a petroleras, mineras, bancos, telefónicas, supermercados… Y luego, si el déficit no cede, la confesión honesta: “Hicimos lo posible, no nos queda más que ir por fondos de los jubilados”. Aquí se empezó al revés. Una decisión ideológica y política, además de económica.

Tal vez esa percepción de insensibilidad engrosó el cacerolazo –no inmenso pero tampoco raquítico– que desfiló por varias avenidas porteñas. El primero que sufre Macri.

Empieza otra etapa

Hasta ahora, el PRO aprovechó con maestría episodios anteriores a su fundación.

La idea inicial era un Macri candidato del peronismo. La llegada de Néstor Kirchner clausuró ese camino.

No amilanó ese fracaso. Se abrió otra ventana y Macri se trepó a ella con convicción. La renuncia de Chacho Álvarez, la caída de De la Rúa, la destitución de Aníbal Ibarra, destruyeron la coalición mayoritaria de la Capital. Sobre las ruinas de la Alianza quedó un espacio vacante que Mauricio aprovechó con inteligencia y determinación.

La voracidad K para quedarse con todo rompió las solidaridades del PJ. Ahí también cosechó el PRO.

Así, una fuerza nueva, apenas instalada en la capital, logró expandirse, ocupar espacios con velocidad y finalmente lanzarse a la conquista del poder nacional. Era necesaria la defunción del Frepaso (que se evaporó más velozmente de lo que había aparecido), la diáspora radical y el desconcierto peronista.

El PRO pudo leer los hechos y timonear hacia sus propios propósitos.

La contraposición con el cristinismo –y las pésimas decisiones de ubicar a Zanini y Aníbal Fernández, dos candidatos imposibles– hizo el resto.

Esa fase es la que está terminando.

El gobierno ya no integra un elenco bisoño. Dos años de gestión definen. Ya se sabe donde están los resortes, los obstáculos, las oportunidades, los problemas.

Ha terminado la etapa en la que todo sale bien, hasta lo que se hace mal. El plazo de gracia se ha extendido dos años. El pasado quedará atravesado. Y el gobierno tendrá que rendir cuenta, crecientemente, por lo que hace y deja de hacer.

Las apelaciones al pasado seguirán perdiendo impacto. Sin embargo, se obstinará en seguir intentando culpar a la herencia. Comprensible: nadie renuncia a una estrategia que se reveló exitosa. Veremos cuánto dura.

Policías: ni tanto ni tan poco

La calle marcó otro punto alto del debate previsional.

Al poner policía federal en lugar de gendarmería, el gobierno acepta de hecho que no fue feliz la idea de militarizar la semana pasada (pero sin reconocerlo). Pero al ver lo que ocurrió el lunes, de algún modo se reivindica la actuación del jueves.

La decisión del lunes de aguantar estoicamente la pedrea sin reprimir es loable, pero ¿por qué no reprimir a los veinte violentos que, lejos de la marcha pacífica, atacaban con ferocidad e impunidad? Eso no era costoso. Me hubiera encantado identificar a esos provocadores, que, como sabemos los que vamos a manifestaciones hace medio siglo, suelen actuar a órdenes de…

El aguante policial tuvo baches. Se vio a efectivos devolver pedradas a los agresores, en una lucha prehistórica. Y luego, por la tarde, en las calles alrededor de la 9 de Julio, la policía actuó con dureza.

Quienes abominan de las movilizaciones ajenas debieran recordar cuánto sirvieron las propias para liquidar el control K de la calle y el fin de su iniciativa. Y que, para bien y para mal, el control de la calle es parte de la lucha por el poder. Toda la historia argentina lo confirma.

Por su lado la oposición, con torpeza inaudita, se resistió a repudiar lo obvio: la agresividad de algunos encapuchados contra las fuerzas de seguridad. La idea que todo policía es malo y todo manifestante bueno resulta inentendible para personas que se dicen herederas del pensamiento científico. Tan simple como advertir que el carácter de clase no lo da la pertenencia a la poli sino la conducción del Estado. Los mismos policías que reprimieron a los opositores con Cristina, reprimen a los cristinistas con Macri y reprimirán a unos y otros si la izquierda toma el poder.

Gobernabilidad sin riesgo

El grosero apriete contra el Parlamento terminó beneficiando al gobierno.

Porque tal y como se dieron las cosas, si la ley no se sancionaba, el dólar se hubiera disparado y lloverían nubarrones. Pero eso por haber el gobierno jugado a todo o nada algo que merecía más tiempo y debate.

Hoy la gobernabilidad está asegurada. Como dijo Macri, el martes 19.

Está claro, el cristinismo fue destituyente durante 2016 y parte de 2017. Hoy sabe que no pueden y me parece ingenuo imaginarlo. Es como pensar que se viene un golpe militar. ¿Con qué? Ya no tiene mayorías de votos populares, ni en Diputados ni en el Senado. Han abandonado el barco los gobernadores y muchos intendentes. No quedan  sindicatos clave.

No apoya la gran empresa, ni los beneficiarios de su régimen. No están los bancos ni los medios de comunicación. Milani se dedica a su situación procesal y Gils Carbó ya no maneja a los fiscales. El espionaje y los fondos –blancos o negros– no aparecen. Sin contar que sus cuadros principales desfilan ante los jueces acusados de delitos desde la función pública ¿Con qué podrían dar un golpe?

Curiosamente el gobierno parece intentar avivar la llama K.

Una estrategia comunicacional. Un intento de mantener la Grieta, porque es el mecanismo probado para ganar. Y por eso está intentando ensalzar como rival a Cristina Fernández (lo mismo hizo el kirchnerismo contra Macri, por mera conveniencia y cálculo electoral, que le resulto fatídico). La Grieta puede ser buena electoralmente pero mala para la construcción de convivencia.

Media Argentina vivió con angustia la calle, la plaza, el Congreso, la votación.

La otra mitad seguía con fruición el desenlace de Bailando Por un Sueño, el show de Marcelo Tinelli. Las Dos Argentinas no sólo se dividen por la política…


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